Atención personalizada

on jueves, 7 de agosto de 2008
Hace unos días me pasó algo sumamente curioso, notable, perturbante por un lado y gratificador por otro. Pasa lo siguiente... dentro de mis vacaciones en Los Andes, decidí que me iba a hacer socio de la biblioteca municipal para poder leer algunos libros en mis merecidos días de descanso. Tomada la decisión, reviso en internet los requisitos para poder ser socio... me pedían:

- Cuenta de luz o algo para confirmar domicilio
- Fotocopia del carnét... (pésima foto, anexo)
- Dos foto tamaño carné'!!!!

¡¡Dos fotos tamaño carné'!!! Me perturban ese tipo de fotos desde la época escolar tipo quinto básico. El asunto es que, bueno, junto las cosas y me voy a sacar las conflictivas fotos "carné'". De flojo me meto en la que está más cerca y me atiende un viejito. Muy viejito habrá sido pero su nivel de energía sorprende... frases como:
"Sonría más que parece estuvierai triste"
"... o diga whiskey"
"Aquí sí que salí encachao' poh"

... y muchas otras frases en tono afectuoso y de un ánimo impresionante.

Una vez tomadas las fotos, luego de reveladas y pagadas, al momento de retirarnos de la tienda (paseaba junto a mi madre, por eso el "nos") me pregunta -"¿Usted es católico?"-, yo lo pensé y le contesté con sinceridad -"No, no lo soy"-, aún así me regalo una fotito del Padre Pío "por último pa que probara".

Me sorprendió todo lo que pasó desde que entre en aquella tienda, ese viejito sinceramente me impresionó y dejó a la vista en mí esa bipolaridad que creo yo que muchos traemos actualmente entre posmodernidad y lo clásico. Porque debo ser sincero al momento de fotografiarme y llenarme de esas frases con una cuota gigante de afecto y alegría me sentí un poco incómodo. Ahora me pregunto por qué, y está claro, creo yo... actualmente uno está acostumbrado a lidiar con máquinas, o con personas que parecen máquinas.

Basta ver la comida rápida donde las personas que atienden se saben el discurso de memoria... "¿agranda papas y bebida por trescientos pesos?" o "ahí esta su vuelto". Quizás te venden la personalización vendiendote un caja "feliz" o lo que sea, pero a miles de años luz del viejito en cuestión.

El punto es que me atemoriza hacia dónde vamos, seguimos un rumbo directo a la antiafectividad, y el sentir como perturbadores a las personas que quizás nos tratan de verdad como personas (como en parte sentí eso). Ojalá hayan más viejitos como el que conocí hoy, y los no viejitos también...

2 alzan la voz!:

s a b r i b u dijo...

con el viejito de tu historia me acorde de un chofer de la 610 siempre saluda y conversa con los pasajeros, le para siempre a los escolares, avisa si alguien se le queda el vuelto o el boleto.

siempre esta escuchando la radio festival, primeo pide disculpa por ser desafinado y se pone a cantar.

bugui bugui
disfruta lo poco que nos queda
sabri:)

Anónimo dijo...

ha llegado a tal punto el nivel de desconfianza entre los seres "humanos", que una palabra amable, una mirada atenta o un chiste simpático de un desconocido, son, generalmente, malinterpretatos...le tememos a quien nos toca un poquito el alma...